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1/26/2010

DEMOCRATIZAR PARA SOBREVIVIR

En este libro el autor ha reunido un conjunto de reflexiones que sobre “el modelo colombiano” realizó en su calidad de investigador del CEDE, director del CEDE y Decano de la Facultad de Economía de la Universidad de los Andes, de Bogotá.

Es ante todo una labor de síntesis de sus propios estudios y la integración armónica de algunas de las ideas y trabajos que fueron realizados en la Facultad, bajo su gestión.

No es un libro de Historia Económica, sino un esfuerzo por explicitar el modelo institucional, económico y político de Colombia.

El objetivo final de la obra es ofrecer un camino posible , entre otros muchos, para resolver la muy grave crisis moral, política e institucional por la que atraviesa Colombia. Por eso la forma directa, sin fintas parabólicas, y a veces la rudeza en la presentación de los hechos.

EL ESTADO COMO MERCADO

Este libro es un intento sistemático de estudiar el reacomodamiento económico, político, social y cultural de la sociedad colombiana después de la Constitución de 1991 y de la llamada “apertura” de los años noventas.

En sus páginas se analiza el sistema del capitalismo político que se gestó durante el Frente Nacional y que tuvo como secuela la consolidación de tres sociedades claramente estructuradas e interconectadas: la cooptada, la no cooptada y la ilegal. En este contexto se formula la teoría de los mesocontratos que, debido a la forma peculiar de la cultura colombiana, se convirtieron en la verdadera Constitución de Colombia, y en relación con ello el libro muestra como el capitalismo político creó una serie de éticas particulares que han hecho imposible el desarrollo sostenido y armónico de la nación.

Pero Colombia, según Edgar Revéiz, sí tiene futuro, y su clase dirigente, tarde o temprano, deberá adaptarse al choque externo de una civilización que privilegia el buen manejo de la economía, el respeto a los derechos humanos y la lucha contra la droga, tres fundamentos sobre los cuales el autor propone una agenda democrática para la gobernabilidad política y económica del país.

Comentarios a la ponencia "Gobernabilidad Económica y Política" del profesor Edgar Reveíz

Ponencia "Gobernabilidad Económica y Política"


Del profesor Edgar Revéiz

Revisión de Jorge Iván González

Profesor Universidad Nacional

Septiembre 1996



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El trabajo del profesor Revéiz es una estimulante invitación a pensar las complejas interacciones entre ética, economía y política. Frente a la idea de conjugar estas tres dimensiones, renace la pregunta de Hayek: este es un asunto de la economía, como una forma de la política, o de la economía como ciencia?

Sin que el profesor Revéiz se plantee explícitamente la pregunta, sí hay elementos para concluir que los vínculos con la política y la ética son inherentes al quehacer de la disciplina económica.

La gran tarea científica de la economía es entender cómo se lleva a cabo la sorprendente coherencia "... entre el vasto número de decisiones individuales y aparentemente separadas acerca de la compra y la venta de bienes... la forma en que ocurre esta coordinación ha sido una preocupación central de la teoría económica desde Adam Smith" (Arrow 1972, pp. 155, 157) .

El planteamiento de Arrow nos lleva a reflexionar por los presupuestos del mercado. Si pretendiéramos dar razón del mercado por el mercado mismo nuestra reflexión sería tautológica. El mercado tiene que ser explicado.

Las pruebas de la existencia del equilibrio son posteriores a la pregunta por las fuerzas que halan a los agentes a realizar el intercambio. Se trata, entonces, de comprender por qué existen intercambios exitosos. Por qué estos son posibles ? Kolowski (1992, p. 28) considera que una teoría del mercado deba incluir los "motivos ético-culturales" que determinan la oferta y la demanda. La ética, junto con la cultura y las instituciones que le son propias, es constitutiva de las relaciones mercantiles. Por esta razón no hay mercado sin una ética que fije las reglas de juego. El mercado no aparece de un momento a otro. Se va construyendo a lo largo del tiempo. Al tratar de explicar por qué razón los países del Este todavía no han logrado consolidar una economía de mercado, Koslowski (1992 b) lanza la hipótesis de que estas sociedades todavía están en proceso de definir la conducta ética y las normas morales compatibles con los procesos privados de contratación.

La dimensión ética es constitutiva del mercado, no sólo porque lo antecede, sino también porque está presente en el momento del intercambio y porque lo trasciende al definir la función de bienestar social. La "constitución" de Arrow, la "escogencia constitucional" de Buchanan y la "comunidad de preferencias" de Musgrave apuntan hacia el mismo objetivo: mostrar que las relaciones mercantiles están éticamente condicionadas.

La explicitación del espacio de lo ético permite comprender el carácter relativo de categorías económicas como eficiencia, a las que en los libros de texto se les atribuye una significación unívoca. El condicionamiento cultural de la ética lleva a una relativización de la eficiencia. La puesta en práctica del concepto neowalrasiano de eficiencia ha llevado a un incremento notable de las tasas de desempleo en los países desarrollados. Tarde o temprano, esta amenaza al bienestar social obligará a reconsiderar el significado de la eficiencia. Los modelos intertemporales han puesto sobre el tapete lo absurdo de un proceso competitivo que lleva a producir más para consumir más, incrementando los desperdicios y amenazando el equilibrio ecológico.

Volviendo a la pregunta de Hayek, la relación entre economía, ética y política compete a la economía como ciencia. El trabajo del profesor Revéiz avanza en esta dirección. Delimita las esferas ética y moral. Considera que la ética (ethos), en tanto "... disciplina ligada a la filosofía, es la teoría de los hábitos y de las costumbres" (Revéiz 1996, p. 7). Por su parte, la moral (moris) "se fundamenta en principios religiosos y se instrumenta mediante normas" (Revéiz 1996, p. 7).

Las diferencias entre los modelos de desarrollo no son compernsibles por fuera del espacio de la ética y la moral.

"Valorizando la iniciativa individual el puritanismo fortaleció el capitalismo; valorizando la disciplina colectiva las religiones de Asia hicieron triunfar la empresa japonesa; valorizando las éticas de la cooptación y de la concesión discrecional, Colombia logró gran estabilidad política en la posguerra pero reavivó y recrudeció los conflictos políticos y sociales con elevado costo social y humano" (Revéiz 1989, p. 515).

Nuestra ética que ha propiciado una acumulación cooptada, ha conducido a la violencia, a la consolidación del monopolio, a la concentración de la riqueza y, sobre todo, ha impedido el desarrollo de un mercado competitivo.

"El modelo colombiano de acumulación cooptada (1958-1986), facilitó la consolidación de grupos monopólicos y oligopólicos que en vez de lanzarse a una competencia beneficiosa para aumentar la productividad global, se libraron a competencia no económica, buscando asegurarse privilegios del Estado..." (Revéiz 1989, p. 13).

En Colombia no existe "economía de mercado", porque la cooptación y los privilegios lo han impedido. En lugar de la competencia económica se ha desarrollado una competencia política que ha sido posible gracias a la existencia de mesocontratos que con reglas ad hoc han favorecido a grupos específicos.

"La descoordinación creciente de los mesocontratos, su rígida jerarquía, son fuente "propagadora" de violencia, así como la renuencia de los grupos a perder participación en el ingreso nominal de la economía , su capacidad para fijar los precios de los bienes y los servicios en coalición el gobierno, y el derecho de precedencia "ad-hoc" que atribuyen a su respectivo contrato sobre los demás" (Revéiz 1989, p. 2).

Desde la perspectiva económica, la sociedad cooptada se caracteriza porque se beneficia de rentas-privilegios y tiene un alto grado de contratación con el Estado, de tal manera que termina usándolo en favor de sus intereses. La frontera entre la sociedad cooptada y la ilegal es muy frágil. Los mesocontratos son el fundamento del poder y privatizan la intervención del Estado. En otras palabras, generalizan la corrupción. Distorsionan las reglas de juego.

La moderna teoría de juegos ha incorporado conceptos como el equilibrio de Nash. Estos modelos reconocen la importancia de mercados imperfectos, donde conviven los sindicatos, los monopolios, la información asimétrica, las expectativas, etc., parten del supuesto de que las reglas de juego no se alteran. Que ninguno de los jugadores las puede cambiar a discreción. Sin este prerrequisito es imposible el juego.

Nuestra desgracia es que ante la mirada impasible de la sociedad civil, algunos jugadores se sienten con el derecho de cambiar las reglas del juego. No han transcurrido cinco años y la Constitución del 91 ya está en jaque.

Para superar la crisis política del país, anota el profesor Revéiz, debemos avanzar hacia la gobernabilidad, hacia la creación del consenso.

"La gobernabilidad se puede entender como crear consensos. Menos tensiones sociales. En este caso puede tener gobernabilidad económica y política democrática, o sea, es un sistema donde se mantienen los valores democráticos, donde hay libre competencia, donde lso mercados pueden funcionar, donde no hay clientelismo, etc.," (Revéiz 1996, p. 5).

Este enfoque va en contra de las pretensiones de los grandes grupos económicos que ahora expresan su intención de continuar financiando la guerra. La decadencia de los gremios ha sido compensada por el auge del poder de los grupos económicos. Este cambio en la correlación de fuerzas, anota el profesor Revéiz, tiene mucho que ver con la apertura.

"A diferencia de la forma de gobierno japonesa (Gobierna por la moral y controla por el ritual), o de la de Corea (Gobierna por el nacionalismo y controla por la fuerza), Colombia reguló su modelo ético-político y económico al "gobernar por el ritual y controlar por la fuerza" (Revéiz 1989, p. 85).

Mientras que la guerra continua en el suroriente del país, la sociedad colombiana se niega a repensarse a sí misma. No aceptamos que los privilegios y que la inequidad de las dotaciones iniciales van en contra del consenso y alimentan la guerra. Los grupos económicos que han patrimonializado el Estado nos proponen consolidar la guerra. Al fin y al cabo, para ellos la violencia es menos costos que renunciar a los mesocontratos.

La solución tiene que ser integral y por ello las certificaciones financiera-económica, de lucha contra el narcotráfico y de Derechos Humanos deben analizarse conjuntamente, porque son constitutivas de la misma realidad.

La democratización política y económica es un problema vital. Sin la democracia económica y política nuestra sociedad no sobrevive. Por ello, ahora cuando la guerra del suroriente nos recuerda que somos un país profundamente violento, el título del libro del profesor Revéiz alcanza dimensiones proféticas: "Democratizar para Sobrevivir".





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El Estado como Mercado



Del profesor Edgar Revéiz

Revisión de Jorge Iván González

Profesor Universidad Nacional

25-Mayo-97


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En la introducción al texto Sobre la Desigualdad Económica, Amartya Sen - un economista de la India que ha dedicado su vida a conjugar la ética con la economía - muestra que la rebelión y la desigualdad están íntimamente relacionadas. Que la inequidad alimenta la rebelión. En los últimos años la teoría económica ha vuelto los ojos hacia el funcionamiento de las instituciones, el desarrollo del capital humano y los problemas éticos. Aunque la filosofía moral enmarcó las reflexiones de los autores clásicos - no olvidemos que Adam Smith era profesor de Filosofía Moral en la Universidad de Glasgow - con el paso del tiempo la preocupación excesiva por la cuantificación y la formalización llevó a los economistas a olvidar la naturaleza social de la disciplina. Este abandono de la dimensión ética y social limitó el desarrollo de la teoría económica y, además, redujo las posibilidades de incidir en el mejoramiento del bienestar de la mayoría de la población.

En su libro El Estado como Mercado* , el profesor Edgar Revéiz examina, en el caso colombiano, la relación entre ética y economía. Muestra que el crecimiento también depende de los factores institucionales y políticos. Las variables macroeconómicas convencionales : inversión, empleo, ahorro, etc., no son suficientes para entender las características del desarrollo colombiano. En palabras del autor, a investigación "... pretende establecer las relaciones que las variables consideradas extraeconómicas tienen sobre el crecimiento" (p. 103). En el contexto académico colombiano, el estudio de Revéiz es novedoso no sólo por lo que se propone, sino también por el método. El autor tiene que crear su propio instrumental analítico. Como los economistas no estamos habituados a pensar el crecimiento desde lo político y lo social, la disciplina no cuenta con las herramientas para realizar este tipo de ejercicios.

El libro hace un examen detallado de la forma como los mesocontratos han "... privatizado la intervención del Estado" (p. 34), creando condiciones propicias para el establecimiento de la "violencia inercial" que carcome la sociedad colombiana. Las condiciones de participación han sido muy diferentes para los "cooptados", los "no cooptados" y los "ilegales". A partir de estos tres tipos de colectivos o sociedades, el autor construye matrices socio-económicas e institucionales, que van mostrando la forma como la correlación de fuerzas entre estos colectivos y el Estado ha ido configurando el desarrollo económico colombiano.

El enfoque histórico y los numerosos ejemplos concretos que presenta el autor, facilitan la comprensión de las características de cada período. Entre 1958 y 1991 predominó el "capitalismo político". La Constitución del 91 afianzó el "capitalismo competitivo" que, por lo menos en teoría, es más democrático, menos presidencialista y, por ello, más participativo y equitativo. Revéiz examina cuidadosamente los cambios en el ordenamiento institucional y va construyendo hipótesis sobre la forma como han repercutido en el crecimiento económico y en la estabilidad política. Este enfoque tiene la gran ventaja de que le permite al autor abordar un tema tan complejo como el proceso 8.000 desde una perspectiva global, que le evita caer en la trampa de la acusación moralista y que le permite destacar los aspectos que configuran la dimensión ético-cultural de la sociedad colombiana.

En El Estado como Mercado Revéiz continúa la línea de reflexión de su libro anterior, que con visión profética tituló : Democratizar para Sobrevivir

The State as Market

by Edgar Revéiz
Revision by Jorge Iván González
Professor, National University
May 25, 1997


In the introduction to the text On Economic Inequality, Amartya Sen, an Indian economist who has dedicated his life to joining ethics and economics, shows that rebellion and inequality are intimately related; that inequity feeds rebellion. In recent years, economic theory has turned its eyes toward the functioning of institutions, the development of human capital and ethical problems. Although moral philosophy enmark reflections from classical authors - let us not forget that Adam Smith was Professor of Moral Philosophy at the University of Glasgow - with the passage of time, the excessive preoccupation with quantification and formalization led economists to forget the social nature of the discipline.

This abandonment of the ethical and social dimension limited the development of economic theory and furthermore, reduced the possibilities of its figuring in the betterment of the majority of the population's welfare.
In his book, The State as Market, Professor Edgar Revéiz examines the relationship between ethics and economics in the case of Colombia. He shows that growth also depends on institutional and political factors. The conventional macroeconomic variables: investment, employment, savings, etc. are not adequate to understand the characteristics of Colombian development. In the author's words, the investigation "... intends to establish the relationship which those variables considered extra-economic have towards growth." (p. 103). In the Colombian academic context, Revéiz' study is novel not only because of what it proposes, but also because of its method. The author must create his own analytical instrument. As we economists are not accustomed to thinking about growth from the political or social perspective, the discipline cannot assume to have the tools with which to carry out this type of exercise.

The book examines in detail the form that the mesocontratos have "...privatized the intervention of the State" (p. 34), creating propitious conditions for the establishment of "the violence of inertia" which decays Colombian society. The conditions of participation have been very different for the "co-opted," the "non co-opted," and the "illegal’s". From these three types of collectives or societies, the author constructs socio-economic and institutional matrixes which shows how the form as well as the correlation of forces between these collectives and the State have continued to configure the economic development in Colombia.

The historical focus and the numerous concrete examples which the author presents aid in understanding of the characteristics of each period. Between 1958 and 1991 dominated "political capitalism". The 1991 Constitution secured "competitive capitalism," which is, at least in theory, more democratic, less presidentialist and as such, more participatory and just. Revéiz carefully examines the changes in the institutional order and gradually constructs a hypothesis as to how these changes have resounded through economic growth and political stability. This focus has a great advantage in that it permits the author to approach such a complex topic as the 8,000 Trial from a global perspective, avoids falling into the trap of moralistic accusation and permits him to distinguish those aspects which configure the ethical-cultural dimension of Colombian society.
In The State as Market, Revéiz continues the line of reflection which his previous book with its prophetic title: Democratize in order to survive.


Presentation "Economic and Political Governability"
by Professor Edgar Revéiz
Revision by Jorge Iván González
Professor, National University
May 25, 1997


The work of Professor Revéiz is a stimulating invitation to consider the complex interaction between ethics, economics and politics. Confronted with the idea of joining these three dimensions, Hayek's question resurfaces: Is this an issue of economics as a political form or a science?
Without Professor Revéiz raising the question explicitly, there are indeed elements by which it can be concluded that the connections to politics and ethics are inherent in the task of the discpline of economics.

The great scientific task of economics is to understand how suprisiing coherence is achieved "between the vast number of individual and apparently separate decsions about the purchase and sale of goods... the form in which this coordination occurs has been a central preoccupation of ecnomic theory since Adam Smith" (Arrow 1972, pp. 155, 157). Arrow's treatment leads us to reflect on market budgets. If we claim to inform about the
market based on the market itself, our reflection would be a tautology.

Tests to the existence of this balance are posterior to the question by the powers pulling on those agents to carry out trade. It is a question, then, of understanding why successful trade exists? Why is it possible? Koslowski (1992, p. 28) considers that a market theory must include those "ethical-cultural motives" which determine supply and demand. Ethics, together with culture and its own institutions, is constituents to market relations. For this reason, there is no market without an ethic which fixes the rules of the game. The market does not appear from one moment to the next. It constructs itself over a period of time. In trying to explain why the Eastern countries still have not managed to consolidate a market economy, Koslowski (1992 b) puts forward a hypothesis that these societies are still in the process of defining ethical conduct and the moral norms compatible with process of private contracting.

The ethical dimension is constituents to the market, not only because of the above, but also because it is present in the moment of trade and because it transcends it to define the function of social welfare. Arrow's "constitution", Buchancan's "constitutional choice" and Musgrave's "community of preferences" approach the same objective: to show that market relations are ethically conditioned.

By making the space for ethics explicit, it is possible to understand the relative character of economic categories, such as efficiency, those that textbooks give unequivocal meaning. The cultural conditioning of ethics leads to a relativisation of efficiency. The implementation of the neowalrasian concept of efficiency has led to a noticeable increase in unemployment rates in the developed countries. Sooner or later, this threat to social welfare will oblige us to reconsider the meaning of efficiency. The intertemporal models have laid the absurd process of competition on the table, which leads to more production for more consumption, increasing waste and threatening the ecological balance.

Returning to the question of Hayek, the relation between economics, ethics and politics competes with economics as science. The work of Professor Revéiz advances in this direction. It lays boundaries to the spheres of ethics and morals. It considers ethics (ethos) as a "....discipline joined to philosophy, it is the theory of habits and customs" (Revéiz, 1996, p. 7). For its part, morals (moris) "...are founded in religious principles and are implemented through norms" (Revéiz 1996, p. 7).

The differences between development models are not comprehensible outside the realm of ethics and morals.

Valuing individual initiative, Puritanism strengthened capitalism, valuing collective discipline. Asian religions made Japanese business triumph, valuing the ethics of coopatation and discretional concession. Colombia achieved great political stability in the post-war period but revived and inflamed political and social conflicts at a high social and human cost. Our ethics have proposed co-opted accumulation, led to violence, monopoly consolidation, concentration of wealth, and above all, have impeded the development of a competitive market.

"The Colombian model of co-opted accumulation (1958-1986) enabled the consolidation of monopolic and oligarchic groups which, instead of launching beneficient competition to increase global productivity, freed up non-economic competition, searching to assure privileges of the State..." (Revéiz 1989, p. 13).

In Colombia "market economics" does not exist because it has been impeded by cooptation and privileges. Instead of economic competition, what has developed is political competition, possible thanks to the existence of mesocontratos, which have favored specific groups through ad hoc rules.

"The growing discoordination of the mesocontracts and their rigid hierarchy are a 'propogating' source of violence, similarly as the reluctance of such groups to lose part of the nominal economic income, their capacity to fix the prices of goods and services in coalition with the government, and the right of 'ad-hoc' precedence which they attribute to their respective contract over others" (Revéiz 1989, p. 2).

From an economic perspective, the co-opted society is characterized because it benefits from revenue privileges and has a high degree of concentration with the State, in such a way that finally uses the State to its interest. The boundary between the co-opted society and the illegal one is very fragile. The mesocontracts are the foundation of power and privatize state intervention; in other words, they spread corruption and distort the rules of the game.

Modern game theory has incorporated concepts such as balance from Nash. These models recognize the importance of imperfect markets where trade unions, monopolies, assymetric information and expectations cohabit, given that the rules of the game are not altered. None of the players may change the rules at their discretion. Without this prerequisite, the game is impossible.

Our disgrace is that before the impassible view of civilian society, some players feel that they have the right to change the rules of the game. Five years have not yet gone by and the 1991 Constitution is already in jeopardy. In order to overcome the country's political crisis, Professor Revéiz notes that we must advance towards governability, towards the creation of a consensus.
"Governability can be understood as creating consensus. Fewer social tensions. In this case one can have economic governability and political democracy; that is, it is a system where democratic values are maintained, where there is free competition, where markets can function, where there is no clientelism, etc." (Revéiz 1996, p. 5).

This focus runs counter to the pretentions of the large ecnomic groups who now express their intention to continue financing the war. The decadence of the federations has been compensated by the boom in power of the economic groups. This change in the relations of power, notes Professor Revéiz, has much to do with the apertura, or economic opening of the country.

"In contrast to the form of the Japanese government (governing by morals and controlling by ritual), or that of Korea (governing by nationalism and controlling by force), Colombia regulated its ethical-political model and economics by "governing by ritual and controlling by force" (Revéiz 1989,p. 85).

While the war continues in the southeast of the country, Colombian society refuses to reevaluate itself. Let us not accept that neither the privilege nor the inequality of the initial endowments go against consensus, but rather feed the war. The economic groups which have patroned the State propose to consolidate the war. In the final analysis, for them the violence is less costly than to give up the mesocontracts. The solution must be integrated, and for that reason the financial-economic, antinarcotrafficking, and human rights certifications must be analyzed together, because they are constituents to the same reality.

Political and economic democratization is a vital problem. Without economic and political democracy our society does not survive. For that reason, now that the war in the southeast reminds us that we are a profoundly violent country, the title of Professor Revéiz' book, "Democratize to Survive," reaches prophetic dimensions.

EL DESENLACE NEOLIBERAL: TRAGEDIA O RENACIMIENTO


Este libro estudia el reacomodamiento del orden internacional en sus dimensiones económicas, políticas, sociales y culturales que se produce por la instrumentación del neoliberalismo y de los atentados terroristas del 11 de septiembre 2001.

La globalización es irreversible y es un proceso más amplio que el neoliberalismo.

La globalización ha sido, según el autor, un pacto mundial ad hoc para desarrollar el ideal de libre comercio y su papel civilizador descrito por Adam Smith, en sinergia con la visión de la Aldea Global de Mc Luhan, quien predijo que las comunicaciones harían de la humanidad un mundo pequeño e interconectado.

El neoliberalismo, lo visualiza el autor, como la primera etapa y el instrumento privilegiado que usaron los gestores y operadores de dicha globalización: el G7, Wall Street y el Foro Económico Mundial (FEM), los think tanks de la élite estadounidense y los magnates de los media, el FMI, el BM, la OMC, el PNUD, las clases políticas de los países industrializados. Desventuradamente, ellos le dieron el enfoque estrictamente comercial y financiero, en contravía de las expectativas de las sociedades civiles.

El libro, que consta de cuatro capítulos, muestra los hechos, las falacias y las oportunidades que produjo la instrumentación del neoliberalismo como primera fase de la globalización y que le dio única prelación a la eficiencia y dejó relegados un conjunto de contenciosos: La adhesión a la Corte Penal Internacional, la discordia entre Europa y Estados Unidos ha estancado el Pacto Global Anticorrupción; el Protocolo de Kyoto; la Cooperación internacional y la lucha contra el hambre; la lucha contra el Sida y el acceso a medicamentos; los subsidios a las exportaciones agrícolas; los acuerdos en materia de la biotecnología entre EUA, la UE y la ONU; la prioridad marginal que tienen dichos contenciosos en las Agendas de los hombres de negocios más ricos.

Para que la globalización tenga éxito y se consolide en el siglo XXI es inaplazable poner en marcha una segunda etapa que esté fundamentada en el desarrollo social. Las élites dirigentes internacionales y nacionales deben enfrentar con decisión y con la participación de la ciudadanía los graves problemas de inseguridad y de violencia, de fragmentación social y pobreza, así como la acción depredadora que la corrupción ejerce en los países, y que pone en jaque a la justicia y a la democracia.